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Durante estos años he tenido la oportunidad de conocer a profesionales muy competentes en su trabajo, con una gran capacidad de aprendizaje, que son una autoridad en sus empresas por su conocimiento experto en un área, pero con una tremenda debilidad, su estilo de relacionarse con otros hace que se les perciba como una olla de presión…llena de clavos. Cuando estallan, deja un sin número de muertos o heridos en el camino.
Aunque son personas buenas, hacen cosas que no están bien y no sólo lastiman a quienes están a su alrededor, sino también ponen un techo de hormigón en su carrera profesional. Otros tienen más suerte y siguen escalando en la jerarquía organizacional, dejando más muertos por donde pasan. Nunca serán líderes con esta actitud, aunque sean gerentes.
Las organizaciones están formadas por personas que se interrelacionan, personas que traen su historia de vida, sus costumbres, sus valores, hábitos, actitudes, personalidades, su cuerpo, su mente, su espíritu, su riqueza cultural, sus conocimientos, su saber hacer, saber estar y saber (o no) convivir.
Cada ser humano es una compilación de experiencias que le hace actuar y desenvolverse con su estilo propio. La organización es una pequeña sociedad donde cada uno busca su lugar, su sentido de pertenencia y, en muchos sentidos, su autorrealización y crecimiento.
Por eso le pregunto a usted, ¿qué es más importante, la inteligencia cognitiva o la inteligencia emocional?
Anteriormente se le daba una enorme importancia al intelecto, o como muchos lo conocen, al IQ. Sin embargo, en esta sociedad del conocimiento, donde es anunciado con bombos y platillos que la ventaja competitiva de las empresas reside en su capital humano, saber estar y saber convivir es tan importante como el conocimiento y el saber hacer.
Las empresas catalogadas entre los mejores lugares para trabajar no dejan de lado las habilidades blandas al evaluar a un candidato. Esto es tan importante como los títulos universitarios, ya que estamos cada vez más obligados a trabajar en equipo para conseguir resultados superiores a lo que se obtendría de la suma de la capacidad de cada colaborador por separado, a esto se le conoce como sinergia.
Para que esta sinergia pueda llevarse a cabo es necesario que los líderes desarrollen equipos de trabajo que lleguen a tener un alto desempeño, sin embargo, es ingenuo creer que la responsabilidad completa de las actitudes de los miembros del equipo recae en un 100% en el supervisor o jefe. Mucho depende de cada empleado, y sí, de su inteligencia emocional. Es decir, cada uno de nosotros somos responsables de lo que aportamos al equipo…y de cambiarlo si percibimos resultados que pueden mejorarse.
¿Qué es la inteligencia emocional?
El concepto de inteligencia emocional ha evolucionado con los años, pero está claro que es un conjunto de características que permiten la resolución exitosa de problemas vitales, por ejemplo, automotivarse, persistencia ante las decepciones, autocontrol de impulsos para demorar la gratificación instantánea, regulación del estado de ánimo, evitación de trastornos que disminuyan las capacidades cognitivas, la capacidad de mostrar empatía, autogenerar esperanza, entre otros.
Algunos autores, como Mayer y Salovey, consideran que la inteligencia emocional está conformada por cuatro dimensiones que incluyen las siguientes competencias:
Todas esas habilidades que son cruciales para el desempeño laboral, a diferencia del IQ, la competencia de la inteligencia emocional o EQ, puede ser desarrollada.
Si una persona tiene la voluntad, intención, responsabilidad, compromiso de aceptar que su estilo de conducirse está afectando las relaciones con sus compañeros de trabajo, el coaching es una herramienta ideal para iniciar el viaje a través del desarrollo de esta importante habilidad.
Está de más señalar el beneficio que una organización tiene al invertir en el desarrollo de esta importante competencia entre sus empleados, desarrollar todo su potencial y disparar su carrera profesional.